Los Israelitas atravesaron el Jordán y se establecieron en la tierra prometida en su último campamento (Campamento No. 42) al final del éxodo, lo cual nos indica simbólicamente la libertad y conquista a la que esta llamada la iglesia al salir de la religión a una vida de libertad, en una relación directa, vital y real con Cristo Jesús; Cristo es símbolo de la tierra prometida y la herencia de los hijos de Dios.

La santidad es la obra del Espíritu Santo en nosotros, separándonos del amor del mundo. La santidad es un cambio de naturaleza desde dentro como resultado de la obra de Dios en nosotros. No es lo que hacemos externamente, sino quienes somos por dentro, lo que importa a Dios.


15 de junio de 2012

¡DAME HIJOS O ME MUERO!



Leonard Ravenhill

El despertamiento es imperioso para detener las puertas del infierno, abiertas como nunca en esta generación.

Necesitamos y decimos que queremos despertamiento. Sin embargo, los cristianos pulcros y superficiales del presente quisiéramos el Cielo abierto y el despertamiento realizado por el procedimiento cómodo de las máquinas que llamamos tragaperras. Pero Dios no ha mecanizado su glorioso poder para adaptarlo al embrague de la maquinaria religiosa de nuestros días.

«Deseamos que venga el despertamiento a nosotros como vino en las Nuevas Hébridas», dijo hace poco un pastor. Pero, ¡hermanos!, el despertamiento no vino a las islas del Pacífico con sólo desearlo. Los cielos fueron abiertos y el gran poder de Dios sacudió aquellas islas porque, «frágiles hijos del polvo..., se santificaron con ayuno y convocaron una solemne asamblea» y esperaron con lágrimas, sin cansarse en sus esfuerzos ante el trono del Dios vivo. Vino aquel gran engendramiento espiritual porque Aquel que buscó una virgen pura para engendrar su Santo Hijo, halló un pueblo de virginal pureza en sus almas.

Almas de visión y pasión ardiente, no tenían ningún doble motivo al orar. No había en ellos la necesidad de salvar la cara a alguna denominación decayente. Su ojo era sencillo, deseando sólo la gloria de Dios. No les movía la envidia de otro grupo de cristianos que les sobrepasara en crecimiento, sino que estaban celosos solamente por Jehová de los ejércitos, «cuya gloria estaba en el polvo, las murallas arruinadas y las puertas quemadas con fuego».

Para atraer el derramamiento del Espíritu Santo, una iglesia fundamentalista, asentada en la Biblia, no es motivo suficiente. Existen millones de iglesias así en el mundo. Una señorita y un joven de diecisiete años pueden ser aptos para ser padres, y hasta pueden estar casados legalmente, pero ¿hace esto imperativo el engendrar? ¿Tendrán seguridad financiera para cubrir totalmente los gastos? ¿Son maduros mentalmente para educar a sus hijos? El despertamiento moriría en una semana en muchas de nuestras iglesias «bíblicas», pues ¿dónde están las madres en Israel para cuidar a los recién nacidos? ¿Cuántos de nuestros creyentes son realmente capaces para traer un alma de las tinieblas a la plena luz de Cristo? Sería tan lamentable tener nacimientos espirituales en la presente condición de algunas de estas iglesias como poner un bebé en manos de un retrasado mental.

El nacimiento de un hijo natural es precedido por meses de molestia y trabajo. Así es el nacimiento de un hijo espiritual. Jesús oró por su Iglesia, pero para lograr su nacimiento espiritual se dio a Sí mismo a la muerte. Pablo oraba «noche y día... con vehemencia» por la iglesia, y además «estaba de parto» por los pecadores. «Cuando Sion estuvo de parto engendró hijos», leemos en el Antiguo Testamento.

Aun cuando los predicadores claman semana tras semana: «Tenéis que nacer otra vez», ¿cuántos de los actuales predicadores pueden decir con Pablo: «Aunque tuviereis diez mil ayos en Cristo, no tenéis muchos padres, pues yo os engendré en Cristo Jesús por la palabra verdadera del Evangelio»? El les dio a luz. No dice simplemente que oró por ellos, sino que los hizo nacer con esfuerzo similar al de una madre que da a luz hijos. Si durante el último siglo los alumbramientos físicos hubieran sido tan escasos como los nacimientos espirituales, la raza humana casi se habría extinguido. Tenemos que orar para vivir la vida cristiana, decimos; pero la verdad es que debemos vivir la vida cristiana para orar de veras. «Si estuviereis en Mí..., pedid» (o sea, orad).

Ya sé que pedir incluye solicitar a Dios la salvación de nuestros amados. Pero orar es más que pedir. Orar es ponernos a nosotros mismos bajo el dominio del Espíritu Santo a fin de que El pueda obrar en y por nosotros aquello que le pedimos. En el primer capítulo del Génesis vemos que cada cosa creada con vida produce fruto según su especie. Del mismo modo, las almas realmente regeneradas deben producir otros regenerados.

A los evangelistas se nos atribuyen muchos éxitos que no son realmente nuestros. Hay una mujer en Irlanda que ora horas enteras. Cada día ora por este pobre «martillo de Dios» que escribe estas líneas. Muchos cristianos me han dicho: «No pasa ningún día que no ore por usted.»

Estos cristianos han engendrado muchas almas que se me atribuyen a mí, mientras que yo no soy sino la comadrona de tales nacimientos espirituales. A veces pienso que los predicadores que más atraen los ojos del público serán los menos recompensados.

Por ejemplo, conozco predicadores que predican hoy sermones que predicaron veinte años atrás, los cuales antes fueron fructíferos y hoy no. ¿Por qué? Estos predicadores oraban años atrás, hoy apenas lo hacen. Uno me dijo: «Es cierto, hermano, que ahora no oro tanto como lo hacía antes, pero el Señor ya lo comprende.» ¡Ah!, sí, El comprende, pero no nos excusa por estar más ocupados que lo que El quiere que estemos.

Es verdad que la ciencia ha aliviado algunos de los sufrimientos de nuestras madres al dar hijos al mundo, pero la ciencia nunca podrá suprimir los largos meses de embarazo. Del mismo modo, nosotros los predicadores hemos hallado medios fáciles de conseguir que la gente se levante para aceptar a Cristo, o que demuestren sus deseos de ser llenos del Espíritu Santo. Se dice a la gente que sólo levanten el brazo, y que lo hagan pronto. Los gemidos de arrepentimiento al pie del altar han sido eliminados. Para ser llenos del Espíritu Santo —-se dice a la gente—, poneos tan sólo de pie donde estáis y el evangelista orará por vosotros y seréis llenos. ¡Qué vergüenza! Hermano, antes de que tenga lugar el milagro del verdadero avivamiento y el nuevo nacimiento de almas, son necesarios los dolores de parto.

La venida de un bebé al mundo transforma el cuerpo de la madre. Así el crecimiento del cuerpo de un avivamiento transforma la iglesia. La futura madre se siente más y más pesada a medida que se acerca el tiempo del nacimiento. A menudo pasando horas de desvelo, pero no noches sin lágrimas, en el terreno espiritual, las lámparas del santuario han de quemar a medianoche mientras angustiados intercesores derraman sus almas por las necesidades de la nación. La futura madre, a menudo, pierde el deseo de comer, y por amor al que ha de nacer se niega ciertas cosas. La negación de comida y un amor que consume se apodera de los creyentes, que se avergüenzan de la esterilidad de la iglesia. Cuando las mujeres están embarazadas se ocultan de las miradas públicas. (Así, por lo menos, lo solían hacer.) Del mismo modo, en el terreno espiritual, cuando se acerca el despertamiento los que han de dar a luz nuevas almas se ocultan de la publicidad y buscan el rostro del Dios santo.

Es evidente que Jacob amaba a Raquel más que a Lea; sin embargo, la mujer preferida era Lea, porque le había dado hijos. Considerad cómo Jacob sirvió 14 años por Raquel; sin embargo, aquella espléndida devoción no fue ningún consuelo para la mujer herida de esterilidad. Sin duda, Jacob demostró su amor cargándola de joyas como era costumbre en aquellos días; pero las fruslerías externas no la consolaban, y aunque Raquel era hermosa de vista, su esterilidad no hallaba compensaciones en su hermosura o en la admiración de otros. La terrible verdad era que. Lea tenía cuatro sonrientes niños alrededor de sus faldas, pero de la estéril Raquel se burlaban hombres y mujeres. Puedo imaginarme a Raquel con los ojos irritados de llorar, más que los de Lea, y con su cabello desordenado, desesperada por su esterilidad, clamando con un grito penetrante: «¡Dame hijos o me muero!» (Génesis 30:1). Este grito hería el corazón de Jacob más que una espada clavada en su carne.

Para espiritualizar esto diremos que su oración no era de rutina, sino de desespero, pues había sido herida de dolor, llena de vergüenza y humillada por su esterilidad; Predicador, si tu alma es estéril, si las lágrimas están ausentes de tus ojos, si los convertidos están ausentes de tu pulpito, no te conformes con tu popularidad, rehúsa el consuelo de tus títulos o de los libros que hayas escrito. Sinceramente, apasionadamente, invita al Espíritu Santo a inundar tu corazón de dolor porque eres espiritualmente incapaz de traer hijos espirituales. ¡Oh el reproche de nuestros altares estériles! ¿Crees que el Espíritu Santo se deleita en nuestros órganos eléctricos, nuestros pasillos alfombrados y nuevas decoraciones, si los altares están vacíos? ¡De ningún modo! ¡Oh, que el silencio de muerte del santuario pueda ser roto por el bendito grito de recién nacidos a la vida espiritual!

No hay reglas fijas para el despertamiento. Aunque los bebés nacen en todas partes por el mismo proceso, ¡cuan diferentes son entre sí! ¡No hay copias exactas! Por el mismo proceso de dolor del alma y rendida oración a causa de la esterilidad es que se han producido todos los despertamientos en todas las edades. Pero ¡cuan diferentes han sido tales despertamientos!

A Jonathan Edwards no le faltaban congregaciones, y no tenía apuros financieros, pero el estancamiento espiritual le aterrorizaba. La vergüenza de la derrota en cuanto a conversiones es lo que doblegó sus rodillas e hirió su espíritu de tal modo que estuvo sollozando en silencio ante el Trono de Misericordia hasta que el Espíritu Santo vino sobre él. La Iglesia y el mundo conocen la respuesta de sus victoriosas velas. Los votos que hizo, las lágrimas que derramó, los gritos que salieron de su boca, todo está escrito en el libro las Crónicas de las cosas de Dios. Del mismo modo, Zinzendorf, Wesley, etc., que fueron sus parientes espirituales, pues hay una aristocracia del Espíritu como la hay de la carne. Tales hombres despreciaron los honores de fama y buscaron tan sólo ser honrados por el Espíritu Santo.

Las historias políticas y militares cuentan con grandes individuos. La historia está tapizada con nombres de hombres que se invistieron de poder de una manera u otra, hasta el punto de hacer temblar al mundo.

Pensad en el genio maléfico de Hitler. ¡Cuántos reyes destronó, cuántos gobiernos derribó, cuántos millones de tumbas llenó! Fue, en nuestra edad, un azote mayor que las diez plagas de Egipto. La Biblia dice que en los últimos días, cuando los hombres obrarán impíamente, «el pueblo que conoce a su Dios se levantará y hará heroísmos». No son aquellos que cantan acerca de Dios ni los que escriben y predican acerca de Dios, sino los que conocen a su Dios, los que serán fuertes para realizar cosas heroicas.

El hablar acerca de comida no llena el estómago, ni el hablar de ciencia hace sabios; ni el hablar de las cosas de Dios significa que las energías del Espíritu Santo están en nosotros. Hacemos bien en señalar el hecho de que el despertamiento viene como resultado de una sección de la iglesia limpia, humillada e inclinada con súplicas de intercesión. En vista de la edad presente, llena de falsas religiones y herida con la visión de millones de almas que perecen, vale la pena que los suplicantes esperen días, semanas y meses, hasta que el Espíritu se mueva y los cielos se abran con un bendito despertamiento.

Las mujeres de la Biblia que habían sido estériles fueron las que trajeron hijos más nobles. Sara, estéril hasta los 90 años, engendró a Isaac. Raquel, cuyo doloroso grito: «¡Dame hijos o me muero!», fue atendido, engendró a José, quien libró la nación. La mujer de Manoa dio a luz a Sansón, otro libertador de su patria. Ana, una mujer quebrantada, que sollozaba en el santuario y hacía votos en una oración incesante que causó, por ignorancia, el reproche de Eli, estaba derramando su alma ante Dios y recibió como respuesta a Samuel, que vino a ser el gran profeta de Israel. La estéril viuda, Ruth, halló misericordia y dio a luz a Obed, quien engendró a Jessé, el padre de David, de cuya descendencia vino nuestro Salvador. De Elisabet, estéril por muchos años, vino Juan el Bautista, de quien dijo Jesús mismo que no ha habido otro profeta más grande entre los nacidos de mujer. Si la vergüenza de la esterilidad se hubiese apoderado de estas mujeres, ¡qué hombres más poderosos habría perdido la historia! Como el niño concebido da pronto señales de vida saltando dentro del seno de la madre, así es con el despertamiento.

En el siglo xvi, Knox parodió el grito de Raquel: «¡Dame Escocia o me muero!» Knox murió; pero mientras Escocia viva le recordará. Zinzendorf tuvo un gran dolor y vergüenza por el estado infructífero y sin amor de los moravos. Oró ardientemente hasta que el Espíritu Santo trajo de repente un gran despertamiento. El día 13 de agosto de 1737, a las 11 de la mañana, empezó el despertamiento moravo en una reunión de oración que ha durado doscientos años, pues de aquella reunión vino un movimiento misionero que ha alcanzado los fines de la tierra.

La Iglesia de nuestros días debería estar embarazada de apasionada propagación, mientras que lo que está es embarazada con una débil e ineficaz propaganda. Sin duda, los métodos de dar a luz han cambiado con los adelantos de la ciencia; pero decimos otra vez que la ciencia y nuestros bien apreciados doctores no pueden evitar los nueve meses de embarazo. Hermanos, estamos perdidos por falta del elemento tiempo.

El predicador y la iglesia demasiado ocupados para orar, están más ocupados que lo que el Señor quiere. Si se entregaran a la oración a tiempo, tendrían almas en el tiempo. Si reconocemos nuestra impotencia espiritual e invocamos su nombre, El hará brillar nuestra luz como la luz del día. La iglesia tiene montones de consejeros, pero ¿dónde están los intercesores hasta la agonía? Las iglesias que se alaban siempre de sus grandes auditorios tienen que admitir su bajo nivel en cuanto a nacimientos espirituales.

Podemos acrecentar nuestras iglesias sin acrecentar el Reino de Dios. Conozco una familia en la cual todos los hijos son adoptados, y muchos de nosotros, los predicadores, tenemos más hijos adoptivos que naturales. El enemigo de la multiplicación es el estancamiento. Cuando los creyentes a los cuales nos faltan nacimientos nos sentemos apesadumbrados y la esterilidad espiritual nos abrume, latiremos con santo temor y oraremos con santo fervor y se producirá fertilidad santa. En el despacho de Dios no hay días de pago, pues el precio del despertamiento es siempre el mismo: dolor de parto.

Seguramente esta raza arruinada requiere un despertamiento. Estoy totalmente persuadido de que hay quienes en las horas de insomnio de la noche, pensando en su esterilidad espiritual, se apoyan en la soberanía de Dios diciendo: «Cuando El quiera darnos un despertamiento, el despertamiento vendrá.» Esto es tan sólo media verdad. ¿Queréis decir que Dios está complacido de que 83 personas por minuto mueran sin Cristo.

¿Habéis descendido a creer que el Señor quiere que muchos perezcan? ¿Os atreveréis a decir —lo que me parece una blasfemia— que cuando Dios decida levantar su pie y esparcir a sus enemigos vendrá la visitación? De ningún modo. Citad un versículo parcialmente y haréis decir a la Biblia lo que queráis; por ejemplo:

«Dios es poderoso para hacer, abundantemente, más de lo que pedimos o entendemos», pero se paran aquí, en «Dios es poderoso para hacer», y no se preocupan del resto, del versículo. Este versículo, mal citado, deja la falta de despertamiento en las gradas del trono de Dios; pero terminad el texto: «El es poderoso para hacer según el poder que obra en nosotros.» Así termina el versículo, y significa que el canal para el despertamiento puede estar bloqueado. Significa que Dios no puede hacer en esta edad lo que hizo en otras, a causa de la falta de poder que hay en la iglesia. La falta de despertamiento es nuestra falta.

Finney dijo: «Dios está dispuesto a enviarnos un despertamiento, y podemos tenerlo según el poder que obra en nosotros.» La promesa es:

«Recibiréis poder del Espíritu Santo que vendrá sobre vosotros.» Este no es poder simplemente para hacer milagros, pues antes de Pentecostés los discípulos hicieron milagros, recordad que echaron demonios. No es solamente poder para organizar, poder para predicar, poder para traducir las Escrituras, poder para entrar en nuevos territorios... Todo esto es bueno, pero ¿tenemos poder del Espíritu Santo para derribar las fortalezas del diablo y obtener las promesas de Dios?

Delincuentes amados serán condenados si no han sido librados del dominio del diablo. El infierno no tiene otra cosa peor a temer que una iglesia ungida con el poder de la oración.

Queridos hermanos, desechemos todas las nimiedades, olvidémonos de los distintivos denominacionales y entreguémonos a oración continua y al ministerio de la Palabra, «pues la fe viene por el oír». Avergonzados por la impotencia de la Iglesia, entreguémonos a nosotros mismos a la oración continua y al ministerio de la Palabra, «pues la fe viene por el oír».

Doloridos por el monopolio que el diablo tiene sobre las almas, gritemos con espíritus torturados, y digámoslo de verdad: «¡Dame hijos o me muero!» Amén.

Los hombres y las mujeres cristianos capaces de renunciar a si mismos son la ética esencial de la Iglesia Cristiana.
Dr. Carlos Inwood

«Ahora yo dejo de hablar a las criaturas y me dirijo a Ti, oh Señor. Ahora empiezo mi conversación con Dios, que nunca será interrumpida.

Adiós, padre y madre, amigos y parientes; adiós, comida y bebida; adiós, mundo, con todos sus deleites; adiós, sol, luna y estrellas. Bienvenido,

Dios y Padre mío; bienvenido, dulce Jesucristo, Mediador del Nuevo Pacto; bienvenido, Espíritu Santo, Dios de toda consolación; bienvenida, gloria; bienvenida, muerte.» El Dr. Mateo McKail estuvo delante de los verdugos, y como su primo mártir se retorcía de dolor al tirar el verdugo de la cuerda, se asió a sus oscilantes piernas para apresurar su muerte. Y así partió para estar con Cristo Hugo McKail, «con su dulce sonrisa de muchacho». «Será mi bienvenida —había dicho—, pues el Espíritu y la esposa dicen: Ven.»
Del martirio de Hugo McKail


 Por que no llega el Avivamiento - Leonard Ravenhill

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"Consuelo para los que están en este mundo, pero que no son de este mundo, y por tanto, son odiados y están cansados de él, es que no estarán para siempre en el mundo, ni por mucho tiempo más"

Matthew Henry