Los Israelitas atravesaron el Jordán y se establecieron en la tierra prometida en su último campamento (Campamento No. 42) al final del éxodo, lo cual nos indica simbólicamente la libertad y conquista a la que esta llamada la iglesia al salir de la religión a una vida de libertad, en una relación directa, vital y real con Cristo Jesús; Cristo es símbolo de la tierra prometida y la herencia de los hijos de Dios.

La santidad es la obra del Espíritu Santo en nosotros, separándonos del amor del mundo. La santidad es un cambio de naturaleza desde dentro como resultado de la obra de Dios en nosotros. No es lo que hacemos externamente, sino quienes somos por dentro, lo que importa a Dios.


9 de septiembre de 2012

LA GLORIA DE DIOS VIENE A SU TEMPLO

 
George Warnock

Pueblo de Dios, sigamos clamando para que Su gloria vuelva a Su Templo… para que Su Presencia vuelva a brillar en medio de nosotros. Pero amados, comprendamos las implicaciones de que la gloria de Dios vuelva a morar en medio de Su pueblo. Él puede bendecirnos desde el Cielo, y derramar Sus dones sobre nosotros en nuestra condición carnal. Pero cuando Él regrese en la plenitud de Su Presencia permanente en medio de nosotros, ES PARA SER NUESTRO CAPITÁN Y SEÑOR. Él viene a limpiar y purgar a Su pueblo. Viene a tomar el control. Y por tanto, tan deseable como pueda ser todo esto, comprendamos que es también algo muy temible.

Fue justo después de que la gloria del SEÑOR hubiera pasado por entre las huestes de Israel (en el poderoso bautismo de la nube), que Egipto fue repentinamente confrontado con los juicios de Dios. La gloria que era luz para el pueblo de Dios, repentinamente se volvió negra oscuridad al enemigo. Dios había dividido la luz de la oscuridad—para que el enemigo no se acercara al pueblo de Dios a lo largo de toda la noche.

Fue justo después de que la gloria del SEÑOR hubiera aparecido a la congregación en el desierto, y de que el fuego de Dios irrumpiera desde Su presencia para consumir la ofrenda quemada de Su pueblo…que Nadab y Abiú decidieron preparar una hoguera por sí mismos. “Nadab y Abiú, hijos de Aarón, tomaron cada uno su incensario, y pusieron en ellos fuego, sobre el cual pusieron incienso, y ofrecieron delante de Jehová fuego extraño.” Inmediatamente fueron consumidos por el fuego devorador de la gloria de Dios. ( Lee Lev. 10:1-2).

Ahora bien, ¿qué era lo malo del incienso que habían ofrecido? ¿Es que no estaban haciéndolo delante del Señor? Pero esa no era la cuestión. Estaban haciendo algo que Dios no les había llevado a hacer… algo “que Él no les había ordenado” (v. 1). ¡Dios no lo había autorizado!

Amados, ¿Cuándo vamos a llegar a ese punto en el que reconozcamos que estamos aquí para hacer lo que Dios nos mande… nada más y nada menos? No importa nada si tú o yo pensamos que sería bueno hacer algo. ¿Cuál es la voluntad de Dios en el asunto? “¿Cómo puedo conocer la voluntad de Dios?”, puede que alguien diga. Viene a nosotros cuando nosotros Le buscamos. A veces no sabemos como: la suave voz de Dios, algo de la Palabra, alguna clase de confirmación de ésta o ésta otra fuente. Pero es algo que Dios, por su honra, nos mostrará cuando “presentemos nuestros cuerpos como sacrificio vivo”, y estemos consagrados totalmente a hacer Su voluntad.

Estoy convencido de que si la gloria de Dios hubiera de irrumpir súbitamente en esta hora en medio de nosotros, muchos caerían muertos en el púlpito o en los pasillos de nuestras iglesias, como sucedió con Ananías y a Safira en la Iglesia primitiva.  ¿Has considerado alguna vez lo insignificante que sería considerado su pecado ante nuestros ojos hoy día? Vendieron una propiedad, y dieron la mayor parte a la Iglesia…quizás nueve décimos del total. Pero guardaron la parte pequeña para un posible “día lluvioso” y llevaron el resto a los apóstoles. ¿Cuál fue su pecado? ¿Qué no lo dieron todo? No, realmente. Simplemente el dar la impresión de que estaban dándolo todo. Pedro les dijo: “¡No habéis mentido a los hombres, sino al Espíritu Santo!” En su silencio respecto de lo que habían hecho, daban la impresión de estar dándolo todo igual que los demás. ¡Mintieron al Espíritu Santo!

¡Oh, si el pueblo de Dios pudiera reconocer las implicaciones del Día del SEÑOR y de Su gloria viniendo a morar en Su Templo! Fuera con la diversión y los reclamos publicitarios que se usan hoy día para llevar a la gente a Jesús! Satanás no tiene ningún temor cuando ve al pueblo de Dios saliendo a la BATALLA con armas carnales… grupos musicales que hacen su propia cosa ante el aplauso de grandes audiencias… músicos de rock usando prodigiosamente el arte de Satanás, todo ello revestido hermosamente con palabras sobre Jesús, el cielo y la Biblia… tropas de drama que surgen de centros de entrenamiento misionero, con un reparto describiendo a Dios y a Jesús, y al Diablo en la misma plataforma, tratando de embaucar a la gente para que escuchen el evangelio… ministerios de marionetas representando al Evangelio con pequeñas marionetas de monos o de demonios o cosas semejantes… magos que muestras sus trucos de ilusionismo ante el aplauso de una audiencia que algún grupo de “iglesia” contrató para enganchar a la gente para escuchar el “evangelio”. Conozco un caso en el que un jovencito de una clase de escuela dominical tuvo que ser librado de la opresión de espíritus después de haber visto las manipulaciones inteligentes de un “ministerio de marionetas” en una clase de escuela dominical. ¡Y todo esto—no en alguna clase de iglesia muerta y apóstata, sino en grandes iglesias carismáticas en las que la gente literalmente ama alabar, adorar y cantar en el Espíritu y danzar delante del Señor!

Oh, Señor, ¿Cómo es posible que éstas y otras abominaciones aún mayores, hayan entrado en tu templo, y que el pueblo de Dios que conoce y ha experimentado tus bendiciones, que disfrutan de los dones del Espíritu funcionando en medio de ellos—se sienten en la congregación y aplaudan y rían, y piensen que están promocionando la obra del Señor?

El Día del Señor está presto, el día de Su gloria, y “Ojos como de llama de fuego” van a consumir la escoria del tiesto de plata de la llama refinadora de Dios. Dios dice que Sus juicios deben primero comenzar por la casa de Dios. Anticipamos el día de Su gloria. Pero incluso al esperarlo, humillémonos ahora en Su presencia, no sea que Su luz brille sobre nosotros repentinamente, y seamos hallados desnudos. Porque Él nos dice a ti y a mi y al pueblo de Dios que ha conocido Sus operaciones por todas partes en tiempos pasados…

“Recuerda, por tanto, de dónde has caído, y arrepiéntete, y haz las primeras obras; pues si no, vendré pronto a ti, y quitaré tu candelero de su lugar, si no te hubieres arrepentido.” (Apoc. 2:5).

No hablo como juez, sino como alguien que creció bajo la sombra de Pentecostés, y tuvo un poco de entendimiento de lo que sucedió en esos principios tempranos, y la gloria que hubo ahí. No me refiero a una experiencia personal, porque eso fue antes de mi tiempo—pero estuve cerca de ello. Yo nací en una segunda generación de Pentecostés y lamenté haber perdido la gloria original que supe que había habido en ello. Esto solía molestarme hasta que años más tarde descubrí que Dios tenía algo para Su pueblo que está más allá de Pentecostés. Aún recuerdo con cariño esa esperanza, y se que Dios hará más abundantemente de lo que pedimos o pensamos. Es difícil sentir la realidad de la unción y de la presencia de Dios simplemente leyendo sobre ello; pero para los que no están familiarizados con la gloria de aquellos primeros días, imprimimos un extracto de lo que escribió un hombre a quién el Señor usó en aquellos tiempos. (El nombre mencionado, Azusa, corresponde a una calle en Los Ángeles, donde este derramamiento en concreto tuvo lugar).

“El espíritu de cántico dado por Dios al principio era como el arpa en su espontaneidad y dulzura. De hecho era el mismo aliento de Dios tocando en cuerdas del corazón humano, o cuerdas vocales humanas. Las notas eran maravillosas en dulzura, volumen y duración. De hecho con frecuencia eran humanamente imposibles. Era de hecho “cantar en el Espíritu.”

“… No teníamos papa ni jerarquía. Éramos hermanos. No teníamos un programa humano,, el Señor mismo dirigía. No teníamos clase sacerdotal ni maquinaria sacerdotal. Estas cosas vinieron después, con el proceso de apostasía del movimiento. Ni siquiera teníamos una plataforma o púlpito al principio. Todos estaban al mismo nivel. Los ministros eran siervos, conforme al verdadero significado de la palabra. No honrábamos a los hombres por causa de su educación, sino por los dones que Dios les había concedido. Él ponía a los miembros en el cuerpo.”

“Cosa espantosa y fea es hecha en la tierra; los profetas profetizaron mentira, y los sacerdotes dirigían por manos de ellos; y mi pueblo así lo quiso. ¿Qué, pues, haréis cuando llegue el fin?” (Jer. 5:30-31).

“Los cultos eran prácticamente seguidos. Almas hambrientas podían hallarse bajo el poder casi a cualquier hora del día. El lugar jamás estaba cerrado o vacío. La gente venía para encontrarse con Dios. Él siempre estaba allí, y por eso había una reunión constante. La reunión no dependía de un líder humano. La presencia de Dios se hacía cada vez más y más maravillosa. En ese viejo edificio, con sus vigas bajas y sus suelos desnudos, Dios hizo pedazos a hombres y mujeres fuertes, y los restauró nuevamente, para Su gloria. Fue un proceso de tremenda revisión profunda. El orgullo y la auto-afirmación, la auto-importancia y auto-estima, no podían sobrevivir allí. El ego religioso predicó su propio sermón de funeral rápidamente.”

“No había sermones ni temas que se anunciaron de antemano y tampoco había conferenciantes  especiales en una hora tal. Nadie sabía lo que pasaría, lo que Dios haría. Todo era espontáneo, ordenado por el Espíritu. Queríamos escuchar de Dios, a través de quien fuera. No hacíamos acepción de personas. Los ricos y cultos eran igual que los pobres e ignorantes, y encontraron una muerte mucho más dura de morir. Solo reconocíamos a Dios. Todos eran iguales. No había carne que pudiera gloriarse en Su presencia. No podía usar a los de opinión personal. Se trataba de reuniones del Espíritu Santo, dirigidas por el Señor. Tenía que comenzar en entornos pobres, para expulsar el elemento egoísta humano. Todos venían en humildad ante Sus pies. Todos tenían un aspecto semejante y tenían todas las cosas en común, en ese sentido al menos. Las vigas eran bajas, de modo que los altos tenían que agacharse. Cuando llegaban a Azusa, eran humillados, preparados para la bendición. El forraje era puesto de ese modo para los corderos, no para las jirafas. Todos podían alcanzarlo.”

“Ahí mismo fuimos librados de la jerarquía eclesiástica y del abuso. Queríamos a Dios. Al principio de llegar a la reunión, evitábamos lo más posible el contacto humano y el saludo. Primero que nada queríamos encontrarnos con Dios. Poníamos la cabeza debajo de algún banco en la esquina en oración y sólo nos encontrábamos con otros hombres en el Espíritu, no conociendo más a nadie “según la carne.”

“Todos obedecían a Dios en mansedumbre y humildad. Se preferían unos a otros en honra. El Señor era propenso a manifestarse a través de cualquiera. Orábamos por esto continuamente. Alguien era repentinamente ungido para el mensaje. Podía ser desde el asiento de atrás o el asiento de delante. Daba igual.”

“Alguien podía estar hablando. De repente, el Espíritu Santo caía sobre la congregación. Dios mismo daba el llamado al altar. Los hombres caían sobre la casa, como golpeados en la batalla, o corrían en masa al altar para buscar a Dios. La escena con frecuencia se parecía a un bosque de árboles caídos.”

“Cuando Dios hablaba, todos obedecían. Parecía algo terrible estorbar o entristecer al Espíritu… Dios estaba en Su santo templo. El hombre tenía que callar:” (De “Otra ola llega en abundancia”—por Frank Bartlemen).

No estoy diciendo, “regresemos a Pentecostés”. Estoy diciendo, “¡AVANCEMOS!”. Pero si hemos de avanzar, debemos regresar a esa dedicación y entrega que conocieron en aquellos días. Pentecostés era una cosecha de “Primicias”. Si la gloria que conocimos fue “primicias”… entonces podemos prever que no era otra cosa que el anticipo de la gloria que conoceremos en el tiempo de la cosecha, en la Fiesta de los Tabernáculos, la Fiesta de la cosecha.

Cuando hablamos de “Pentecostés”, por supuesto, estamos refiriéndonos al Pentecostés de las Escrituras, y no a una denominación o grupo de gente que usa ese nombre. Con demasiada frecuencia, lo que vemos hoy no es otra cosa que una cáscara vacía… o como solía decir un pastor, “… todo lo que quedó de la paloma, una vez que había volado”—refiriéndose a la horrible hambruna de Samaria en los días de Elías, cuando se alimentaban de “excrementos de paloma” y de  “cabeza de asno”—pagando buena plata por ello (lee 2ª Reyes 6:25).
 
¿Quienes sois? - George Warnock

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Matthew Henry